Llerena

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Situada al sur de la provincia de Badajoz, su término municipal comprende tierras de campiña y de las primeras estribaciones de Sierra Morena. Se asienta a los pies de la Sierra de San Miguel en un terreno sin ondulaciones aunque rodeada por algunas elevaciones de importancia como son las Sierras de San Bernardo o San Cristóbal.
El compacto trazado urbano, en forma de sólido caparazón de tortuga, está condicionado por el recinto amurallado, rodeado a su vez de tres arroyos que en un principio habrían impedido el crecimiento de la ciudadela medieval a extramuros.
En cuanto al origen del lugar, son pocos los datos existentes que ayuden a asentar las bases del poblamiento llerenense. Hasta hace relativamente pocos años no habrían existido restos arqueológicos suficientes de épocas anteriores a la Edad Media, hasta que estudios recientes han centrado el campo de investigación en la zona de la Madrona donde se habla de restos de los períodos del Paleolítico Medio y el Calcolítico (varias piezas talladas en cuarcita). También se han localizado, en los solares ocupados por la urbanización Mirasierra, varias tumbas en forma de cistas procedentes de un poblado con una antigüedad de unos 4000 años aproximadamente. En este yacimiento situado en el lugar conocido con el nombre de “El Huertecillo” se encontró la pieza famosa del “Idolo de Llerena” que se presenta como una figura antropomorfa de grandes ojos tallada en hueso, de aproximadamente 10 centímetros con un arma ritual entre las manos (finales del Calcolítico).
De épocas posteriores son los yacimientos de las vecinas localidades de Higuera de Llerena (Las Mesillas o Dehesillas) que aunque poco estudiado aún, se presenta como un yacimiento de época prerromana o el yacimiento romano de Regina en la localidad de Casas de Reina y muy cerca a su vez del posible asentamiento túrdulo de la alcazaba de Reina.
Aunque son escasos los datos relativos a épocas posteriores a la dominación romana y anteriores a la última etapa de la Edad Media, Ortiz de Thovar relaciona a la población de Llerena con el asentamiento islámico del siglo XII en los alrededores de la Fuente Pellejera, aunque no quedan claro el topónimo del núcleo como tal; Allarias para unos, Ellerina o Ellerena para otros.
Será a partir de la reconquista en el siglo XIII por el Maestre Pelay Pérez Correa en 1243 cuando Llerena comience a tener su protagonismo al instalarse la Orden de Santiago y a finales del siglo XV el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición hasta mediados del siglo XIX y empiece a convertirse en el centro natural de la comarca. Sus murallas llegarán a alojar a los Maestres más importantes de la Orden de Santiago entre los que destacan por su protagonismo Don Enrique García Fernández de Villagarcía (que posteriormente mandaría levantar el conocido castillo de Villagarcía de la Torre), Lorenzo Suárez de Figueroa y el último de los Maestres de la Orden, don Alonso de Cárdenas (que construirá sobre el solar ocupado por la ermita de San Pedro la Iglesia de Santiago, y dota al recinto amurallado de algunas de las puertas más importantes de la ciudad.
En el año 1340 el rey Alfonso XI de Castilla celebró Cortes en la entonces Villa de Llerena, así como sucesivos capítulos generales y particulares de la Orden con la asistencia de todos los Comendadores.
Junto a Mérida adquiere mayor hegemonía y además la sede de la Mesa Maestral de la Orden, convirtiéndose en la población principal de más de 30 pueblos que se gobiernan desde Llerena y en el orden religioso se convierte en Provisorato del Priorato de San Marcos de León, convirtiéndose Llerena durante algunas temporadas en residencia del Prior. Ello influirán en el proceso constructivo de magníficos edificios de carácter religioso y civil, siendo a finales del siglo XVI, con 8.300 habitantes, una de las poblaciones más importantes de Extremadura, la segunda más poblada
Los años posteriores conocieron una considerable reducción demográfica, amortiguada por el monarca Felipe IV, que en agradecimiento a la fidelidad de sus vecinos y al apoyo incondicional durante la Guerra con Portugal, le otorgó el título de ciudad el 12 de junio de 1642.
Por aquellos años se vivía plenamente en Llerena una profunda integración de las tres culturas; la cristiana, la judía y la musulmana.
Varios fueron los personajes ilustres que se asentaron en “la pequeña Atenas de Extremadura” como la definía Rodríguez Moñino: el que fuera consejero de los Reyes Católicos en el siglo XVI Luis de Zapata, el pintor Francisco de Zurbarán instalado en la localidad en 1617, Pedro Cieza de León príncipe de los cronistas de Indias (de la América precolombina y de años posteriores), Alonso de Llerena fundador de la villa de Llerena Real y Mina de Sombrerete en el estado mejicano de Zacatecas, la poetisa Catalina Clara Ramírez de Guzmán o el pensador Benito Arias Montano entre otros.
La Guerra de la Independencia tendrá importantes consecuencias en Llerena con la Batalla de Cantalgallo en 1810. Llerena es destruida en parte y esquilmada por las tropas francesas (destrozos en edificios relevantes, en parte del archivo histórico o en importantes obras de arte como fue el caso de parte del retablo de la iglesia de Nuestra Señora de la Granada decorado por Zurbarán). La desaparición del Tribunal de la Inquisición o las sucesivas desamortizaciones, produjeron también un gran descalabro para la economía municipal de Llerena marcando un declive inevitable de la ciudad que además dejará de ser capital de la provincia de San Marcos de León.
Ya en los últimos años del siglo XX, Llerena se ha convertido en un importante núcleo del sureste extremeño al que acuden numerosos visitantes con la intención de contemplar el variado repertorio de patrimonio histórico artístico (civil y religioso) o el importante número de fachadas mudéjares actualmente recuperadas, junto con las fachadas de viviendas solariegas barrocas, eclécticas, clasicistas, etc.

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