Patrimonio Histórico de Berlanga

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ERMITA DE NUESTRA SEÑORA DE LA CONCEPCIÓN
Berlanga
 
El Interrogatorio de la Real Audiencia de 1791 hace referencia a los edificios religiosos existentes en la época y entre ellos destaca un nutrido grupo donde aparecen algunos de los que actualmente no tenemos constancia física y otros que han perdido su función religiosa para convertirse en almacén (ermita de Santa Ana) o adquirir otras funciones varias (ejerciendo de garaje como es el caso de la ermita de San Vicente). Entre las mencionadas aparecen la Ermita de Nuestra Señora del Carmen, la Ermita de San Benito, de San Francisco, Santo Domingo, San Vicente, Santa Ana, Nuestra Señora de la Concepción y de la Vera Cruz, del Dulce Nombre de Jesús, el Santísimo Cristo del Sepulcro y de Nuestra Señora de los Dolores y la Ermita de Santa Catalina.
Pero la que nos ocupa este apartado, la Ermita de Nuestra Señora de la Concepción, se empezó a construir en 1552 situándose entonces cercano al hospital de la misma advocación, en honor a la cofradía de la Vera Cruz, con cuyo nombre era conocida en tiempos pasados, para ser advocada posteriormente a Nuestra Señora de la Concepción.
La construcción destaca por una gran sencillez estructural. Compuesta por una sola nave, repite las coordenadas más características de la arquitectura eremítica bajo-extremeña del siglo XVI. En ello coincidieron los visitadores del año 1600 al describirla como una ermita de tamaño considerable, realizada con mampostería pétrea y ladrillo, utilizando para la cubierta madera de castaño, alfajías y ladrillo por tabla.
Su interior se divide en dos tramos que ofrecen al lugar una gran claridad espacial, pese al carácter eminentemente rural de estas edificaciones. Los dos tramos aparecen separados por arcos de ladrillo de medio punto ligeramente rebajados, los cuales presentan este aspecto tras la última restauración, pues anteriormente se encontraban encalados al igual que el exterior, a excepción de la espadaña.
La ermita se encuentra inserta en una de las calles principales de la población, y no tiene espacios abiertos a su alrededor excepto en la portada, aunque tampoco ofrece una correcta visibilidad, pues no se centra en un espacio diáfano (como es el caso de las otras ermitas de la localidad).
La portada, orientada hacia el poniente, podría encuadrarse atendiendo a criterios meramente estilísticos, dentro de finales del siglo XVI o principios del siglo XVII, cuando quizá estuviera terminado ya el interior del edificio. Pero a falta de datos que nos confirmen esta hipótesis, no sería nada extraño que se tratara de una portada posterior que mantuviera el clasicismo en los soportes, que aquí se reducen a dos pilastras fasciculadas de orden toscano adosadas al muro realizadas en ladrillo y coronadas por pequeños pináculos. La sobriedad es la nota característica de esta fachada, coronada por una espadaña como campanario de triple vano. En 1981 fue testigo directo de algunas intervenciones que anunciaron las que se llevarían a cabo durante su definitiva restauración, devolviéndole así el aspecto original de modestia decorativa.
En el siglo XVIII se acometen importantes reformas en la zona de la cabecera que incluyen además la construcción del retablo mayor de finales del siglo XVII o comienzos del siglo XVIII, donde se deja de utilizar la columna salomónica y se recurre al estípite. Este hecho hace que se pueda datar a caballo entre los últimos momentos del Barroco y los inicios del estilo Rococó si nos centramos en los detalles de los paneles y superficies, donde la decoración se hace más recargada y exuberante con motivos decorativos en yeserías (realizaciones típicas del Barroco). Flanqueado por dos puertas, el altar mayor se comunica por el vano de la derecha con una cámara oculta que ocupa el espacio interior de la cabecera y por la izquierda al camarín donde se encuentra la imagen de la titular del templo. La decoración utilizada se centra en los cuerpos extremos del banco y del ático, a través de paneles de ornamentación rameada y de tipo geométrico, así como por un complejo sistema basado en la superposición de pilastras acanaladas de orden corintio, herencia de la primera fase de la retablística barroca junto con las estilizadas columnas salomónicas. A ésta época podría corresponder también la cubierta actual, que habría sustituido a la originaria de madera, compuesta por una bóveda de cañón con lunetos.
Son varias las obras a destacar pertenecientes a esta ermita, entre ellas el templete de plata repujada que actualmente de encuentra en la parroquia berlangueña para acompañar el paso de la Dolorosa, dos pequeñas esculturas de bulto redondo del siglo XVII, una pareja de candelabros de plata de 1794 y un cáliz de plata de mediados del siglo XVI.
En definitiva, la Ermita de Nuestra Señora de la Concepción constituye un interesante ejemplo de la arquitectura popular desarrollada en la Baja Extremadura durante la Edad Moderna. Sin duda alguna, uno de los testimonios más representativos de la profunda religiosidad barroca puesta al servicio de la Hermandad de la Vera Cruz en Berlanga, cuya existencia se prolongó durante varios siglos, hasta fechas no demasiado lejanas, y la cual se presenta en un buen estado de conservación fruto de alguna que otra restauración sufrida a finales de la década de los 90 por parte del Ayuntamiento de la localidad con la colaboración de los feligreses berlangueños.
 
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